CUBA: VALLE DE LOS INGENIOS, AZUCAR Y MANSIONES
Por Mayra Pardillo* (Prensa Latina)
Trinidad, Cuba (PL).- Enclavado en esta ciudad al centro sur del país, en el Valle de San Luis o de los Ingenios prosperaron tanto la industria azucarera como las confortables viviendas, que fruto de los cañaverales eran más refinadas en la zona urbana de la villa.
Según datos de la época, en 1790 por el puerto de Casilda se exportaban oficialmente dos mil 300 cajas (423 toneladas) de azúcar purgado y una cifra posiblemente superior a esta de contrabando.
En 1795 hay 32 ingenios que producen más de 700 toneladas y unos mil barriles de aguardiente. Hacia 1803 ya existían varios ingenios de más de 100 esclavos y poco más tarde José Borrell funda Guáimaro y Palmarito, dos de los entonces colosos de la producción.
En 1827 el Guáimaro logró la más alta zafra del mundo en su época: 943 toneladas de azúcar mascabado y purgado. Serán muy pocos los ingenios no mecanizados de Cuba que superen esta cifra en toda la historia nacional.
El Valle conserva las huellas de aquel esplendor en pailas, casa de calderas, torres, ruedas dentadas y mansiones como la del ingenio de Guáimaro, construida por José Mariano Borrell y Padrón, hijo de un capitán corsario y padre del primer marqués de Guáimaro.
De acuerdo con estudiosos del tema, los frescos italianos y el resto del conjunto arquitectónico de esta vivienda, como los arcos de medio punto, demostraban el poderío económico de la familia, que sólo iba a la finca de visita y dejaba su cuidado a los esclavos.
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Gracias a su cuidadosa conservación, la ciudad de Trinidad fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en 1988, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Junto a ella y con igual condición está el Valle de los Ingenios, el cual diera riqueza a la villa, fundada en 1514 por el Adelantado Diego Velázquez, lo que propició el derroche en lujos y elegancia de los ricos hacendados. He aquí un ejemplo:
En el testamento de José Mariano Borrell y Padrón, del 14 de febrero de 1830, aparece declarada la remisión a Luis Brunet, a Francia, de 600 cajas de azúcar, 150 de blanco y el resto de quebrado.
Su propósito era invertir esa producción en prendas de oro, diamantes y otras piedras preciosas para sus hijas Isabel María y Angela Josefa, según aparece en Historia de Trinidad, de Francisco Marín Villafuerte.
José Mariano Borrell y Padrón deja el palacete de su propiedad en herencia a su hija Ángela Borrell y Lemus, casada con el rico conde de Casa Brunet, Nicolás de la Cruz Brunet Díaz Pablos, que edifica un bello teatro cuyas ruinas acogen hoy un centro turístico.
La ciudad colonial está a 40 metros de altura sobre el nivel del mar, rodeada por las montañas del macizo de Guamuhaya, más conocido por Escambray, y bañada por las azules aguas del mar Caribe.
Sus calles empedradas, ventanales, verjas, amplios patios y los techos de tejas rojas hacen aún más admirable su entorno.
INDUSTRIA AZUCARERA
Persiste la leyenda de los enterramientos de oro y el asesinato de los esclavos que trasladaban la fortuna del marqués de Guáimaro para conservar el secreto, y hay quienes todavía buscan el tesoro.
Carlos Joaquín Zerquera, historiador de Trinidad, afirma que el marqués de Guáimaro era el individuo más acaudalado de la ciudad, con una fortuna en 1850 de cinco millones de pesos oro.
En el testamento del Marqués aparecen beneficiados, por la fidelidad demostrada, una gran cantidad de esclavos.
El ingenio Guáimaro tenía en 1830 una dotación de 360 esclavos, todos hombres, señala la obra Trinidad de Cuba: corsarios, azúcar y revolución en el Caribe, de Hernán Venegas Delgado.
En el Valle de los Ingenios, con 253 kilómetros cuadrados, se han localizado 73 vestigios arqueológicos industriales con restos constructivos de la arquitectura vernácula.
Allí llegaron a funcionar un total de 48 fábricas de azúcar, pero la crisis económica de mitad del siglo XIX (de 1857 a 1866), entre otros factores, afectó la industria azucarera trinitaria.
ESPLENDOR DE LOS PALACIOS
Entre las valiosas joyas arquitectónicas de Trinidad sobresale un palacio de estilo colonial con influencias neoclásicas, construido entre 1828 y 1829 por orden de Borrell y Padrón.
Posee preciosas decoraciones murales ejecutadas por pintores populares primero y después por artistas italianos, un inmenso patio y una torre mirador.
Borrell y Padrón jamás lo llega a habitar y su hijo José Mariano Borrell y Lemus hereda parte de la edificación, que en 1841 vende a María del Monserrate Fernández de Lara y Borrell.
Esta residencia ha trascendido hasta nuestros días como Palacio Cantero y actualmente alberga al Museo de Historia.
Así, azúcar y mansiones establecieron un lazo indisoluble.
*Corresponsal de Prensa Latina en Sancti Spíritus.
Trinidad, Cuba (PL).- Enclavado en esta ciudad al centro sur del país, en el Valle de San Luis o de los Ingenios prosperaron tanto la industria azucarera como las confortables viviendas, que fruto de los cañaverales eran más refinadas en la zona urbana de la villa.
Según datos de la época, en 1790 por el puerto de Casilda se exportaban oficialmente dos mil 300 cajas (423 toneladas) de azúcar purgado y una cifra posiblemente superior a esta de contrabando.
En 1795 hay 32 ingenios que producen más de 700 toneladas y unos mil barriles de aguardiente. Hacia 1803 ya existían varios ingenios de más de 100 esclavos y poco más tarde José Borrell funda Guáimaro y Palmarito, dos de los entonces colosos de la producción.
En 1827 el Guáimaro logró la más alta zafra del mundo en su época: 943 toneladas de azúcar mascabado y purgado. Serán muy pocos los ingenios no mecanizados de Cuba que superen esta cifra en toda la historia nacional.
El Valle conserva las huellas de aquel esplendor en pailas, casa de calderas, torres, ruedas dentadas y mansiones como la del ingenio de Guáimaro, construida por José Mariano Borrell y Padrón, hijo de un capitán corsario y padre del primer marqués de Guáimaro.
De acuerdo con estudiosos del tema, los frescos italianos y el resto del conjunto arquitectónico de esta vivienda, como los arcos de medio punto, demostraban el poderío económico de la familia, que sólo iba a la finca de visita y dejaba su cuidado a los esclavos.
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Gracias a su cuidadosa conservación, la ciudad de Trinidad fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en 1988, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Junto a ella y con igual condición está el Valle de los Ingenios, el cual diera riqueza a la villa, fundada en 1514 por el Adelantado Diego Velázquez, lo que propició el derroche en lujos y elegancia de los ricos hacendados. He aquí un ejemplo:
En el testamento de José Mariano Borrell y Padrón, del 14 de febrero de 1830, aparece declarada la remisión a Luis Brunet, a Francia, de 600 cajas de azúcar, 150 de blanco y el resto de quebrado.
Su propósito era invertir esa producción en prendas de oro, diamantes y otras piedras preciosas para sus hijas Isabel María y Angela Josefa, según aparece en Historia de Trinidad, de Francisco Marín Villafuerte.
José Mariano Borrell y Padrón deja el palacete de su propiedad en herencia a su hija Ángela Borrell y Lemus, casada con el rico conde de Casa Brunet, Nicolás de la Cruz Brunet Díaz Pablos, que edifica un bello teatro cuyas ruinas acogen hoy un centro turístico.
La ciudad colonial está a 40 metros de altura sobre el nivel del mar, rodeada por las montañas del macizo de Guamuhaya, más conocido por Escambray, y bañada por las azules aguas del mar Caribe.
Sus calles empedradas, ventanales, verjas, amplios patios y los techos de tejas rojas hacen aún más admirable su entorno.
INDUSTRIA AZUCARERA
Persiste la leyenda de los enterramientos de oro y el asesinato de los esclavos que trasladaban la fortuna del marqués de Guáimaro para conservar el secreto, y hay quienes todavía buscan el tesoro.
Carlos Joaquín Zerquera, historiador de Trinidad, afirma que el marqués de Guáimaro era el individuo más acaudalado de la ciudad, con una fortuna en 1850 de cinco millones de pesos oro.
En el testamento del Marqués aparecen beneficiados, por la fidelidad demostrada, una gran cantidad de esclavos.
El ingenio Guáimaro tenía en 1830 una dotación de 360 esclavos, todos hombres, señala la obra Trinidad de Cuba: corsarios, azúcar y revolución en el Caribe, de Hernán Venegas Delgado.
En el Valle de los Ingenios, con 253 kilómetros cuadrados, se han localizado 73 vestigios arqueológicos industriales con restos constructivos de la arquitectura vernácula.
Allí llegaron a funcionar un total de 48 fábricas de azúcar, pero la crisis económica de mitad del siglo XIX (de 1857 a 1866), entre otros factores, afectó la industria azucarera trinitaria.
ESPLENDOR DE LOS PALACIOS
Entre las valiosas joyas arquitectónicas de Trinidad sobresale un palacio de estilo colonial con influencias neoclásicas, construido entre 1828 y 1829 por orden de Borrell y Padrón.
Posee preciosas decoraciones murales ejecutadas por pintores populares primero y después por artistas italianos, un inmenso patio y una torre mirador.
Borrell y Padrón jamás lo llega a habitar y su hijo José Mariano Borrell y Lemus hereda parte de la edificación, que en 1841 vende a María del Monserrate Fernández de Lara y Borrell.
Esta residencia ha trascendido hasta nuestros días como Palacio Cantero y actualmente alberga al Museo de Historia.
Así, azúcar y mansiones establecieron un lazo indisoluble.
*Corresponsal de Prensa Latina en Sancti Spíritus.
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