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miércoles, febrero 27, 2008

TELENOVELAS CUBANAS “ATERRIZAN” EN COTIDIANEIDAD SOCIAL

Conflictos sociales como el machismo, la adolescencia y las adicciones son nuevamente protagonistas de una telenovela, Historias de fuego, en otro intento para que la televisión se parezca más a la vida de las personas en la isla.

Por Dixie Edith (Cubaprofunda)

Ana pugna por dirigir una compañía de bomberos. Blanca, en homenaje sutil a aquella Teresa emblemática del cine cubano, se fue a trabajar fuera de casa ignorando las caras largas del esposo; Adria, adolescente, defiende su derecho a probar, a equivocarse.

No hay mucho llanto sensiblero en las Historias de Fuego que pasan en las noches alternas del canal Cubavisión. Quizás aún no es la producción ideal a que aspiran los especialistas del audiovisual, pero un hecho salta a la vista: los conflictos en las telenovelas cubanas han cambiado, en la misma medida en que se ha transformado, durante el último medio siglo, la vida de las mujeres de esta Isla.

El problema de una mujer madura que decide regresar al mundo laboral y enfrenta el desacuerdo del esposo, el debut de un adolescente en el mundo del consumo y venta de drogas, o el ejercicio de la masculinidad hegemónica entre un grupo de jóvenes bomberos son algunas de las historias que hoy vemos en las pantallas.

Según han confesado a la prensa local los directivos de la División de Programas Dramatizados de la Televisión Cubana, uno de los más insistentes reclamos del público en los últimos tiempos es el tratamiento de temas contemporáneos en la pantalla.

Fue La cara oculta de la luna, transmitida en 2006 y popularmente llamada “la novela del sida”, quien puso el panorama caliente al hilar cinco historias diferentes de seropositivos al VIH y abrir un debate, aún activo, sobre la validez de llevar problemáticas sociales “duras” a la pantalla del televisor.

La cara oculta… desató las polémicas acerca de la diversidad social y la intolerancia hacia los homosexuales y, tras su puesta, unas 22.000 personas más que lo habitual acudieron espontáneamente a realizarse las pruebas del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).

Un impacto de 4.256 llamadas contabilizadas en la línea telefónica confidencial LineAyuda, del Centro Nacional de Prevención de ITS/VIH/sida, y unos 750 correos electrónicos recibidos, además de índices record de teleaudicencia, confirmaron que la teleserie no pasó inadvertida para el público cubano.

Rafael (Cheíto) González, director de la producción, comentó, en su momento, a la prensa local que “si queremos enviar un mensaje efectivo, no debemos andar por las ramas".

Esa producción televisiva fue seguida de un debate ante las cámaras, al finalizar su transmisión, que también quedó como herencia para espacios dramáticos posteriores.

Recién concluida otra telenovela, Oh, La Habana, también se cerraron sus transmisiones con dos espacios de polémica acerca de los conflictos sociales planteados por la obra.

Primero la población, y luego un grupo de especialistas, desmenuzaron las interioridades del guión a partir de la presencia de realidades poco abordadas como la violencia intrafamiliar, machismo, alcoholismo, inicio temprano de las relaciones sexuales, embarazo adolescente y acoso sexual en ámbitos laborales.

Para el historiador Julio César González Pagés, profesor de la Universidad de La Habana y coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, uno de los expertos invitados a esos debates, la manera en que se reflejó el tema de la masculinidad en Cuba fue especialmente acertada.

“Reflejó la diversidad de criterios sobre lo que es ser hombre hoy en Cuba, pero mostró sobre todo la masculinidad hegemónica. La necesidad de su hegemonía sobre las mujeres caracterizó a todos los personajes masculinos de la telenovela ya sean rockeros, deportistas, artistas de la radio, e incluso, delincuentes”, explicó.

Según el experto, esta producción “tuvo la osadía de poner perfiles de hombres y mujeres diferentes. Personajes con matices. No se trató, como casi siempre pasa, de presentar personas excepcionales sino comunes; no en blanco y negro”.

Pero la crítica especializada en el análisis de los medios audiovisuales no concuerda del todo con estos puntos de vista.

En un comentario publicado en el diario Juventud Rebelde, el crítico y periodista Rufo Caballero arremetió contra los dos programas de análisis posteriores a la telenovela.

“…cada vez que concluye una telenovela, presenciamos una dudosa encuesta, con visiones parciales, por lo general muy comprometidas con el producto. Tras el ropaje del análisis sociológico, es evidente el espaldarazo de la televisión a la televisión. Algo así como esto: a pesar de lo que opine la crítica, miren, lo hemos hecho bien, ningún problema”.

González Pagés, por su parte, asegura que se debe tener en cuenta que, pese a cualquier criterio crítico, “la televisión está cambiando. Últimamente está mucho más metida en temas complicados y eso, a veces, molesta a la gente. Cuando algo en la televisión se parece mucho a la vida, la gente suele molestarle, porque inconscientemente quieren escapar de los problemas cotidianos”.

Sin embargo, a diferencia de González Pagés, Rufo Caballero lleva más el análisis al terreno de la calidad artística y no del impacto social del producto.

“Es claro que el problema no está tanto del lado de la realización, como en la falta de exigencia dramatúrgica: malas historias, o historias mal contadas, o historias mal enunciadas, pasan a ser dirigidas como si tal cosa, y entonces el director se tiene que convertir en mago”, asevera.

Pero, al parecer, en algo coinciden públicos, científicos sociales y críticos: estos productos audiovisuales han tenido el valor de despertar polémicas durante muchos años ausentes del medio.

“Han sido productos atendibles, que han movido la opinión, desde el culto desmesurado hasta el chiste simpatiquísimo”, asegura Caballero.

Según especialistas, está probado que los debates públicos en los medios de difusión masiva resultan imprescindibles para que una sociedad se reconozca y pueda comprender cuáles son sus problemas.

“El cine, la radio, la TV, nos sirven para mostrar de cara al futuro, cómo era la gente de la época que la obra está mostrando. Más allá de sus valores artísticos y aunque las telenovelas no cumplen por sí mismas una función educativa, últimamente sí están sirviendo para ayudar a reflexionar sobre las relaciones de hombres y mujeres en Cuba”, asevera Gonzáles Pagés.

1 comentarios:

Jayelem dijo...

Las producciones de la television Cubana son magnificas , Yo los considero del nivel de producciones extranjeras.

Historias de Fuego Y Detras La Huella son 2 de mis programas favoritos.