Los que aguantan la pata
Por Dixie Edith (Cubaprofunda)
La mayor de la Antillas navega por el Caribe librando cruzadas iluminadas, mientras boga entre tempestades impulsadas desde el norte. Adentro, algún tornado con mañas corruptas intenta bambolear la nave.
Vicios y pillerías saltan en el buen camino y pugnan por vencer la resistencia de la sociedad. Reciben respuesta. Seguro. Pero muchas veces las leyes o la acción policial, van por delante del rechazo de quienes están en las calles, corren tras una guagua o esperan, mal que les pese, en la cola del camello.
Las leyes cubanas incluyen entre sus sanciones incluso la confiscación de bienes a quienes andan en negocios turbios. Sin embargo, en los portales de Reina, Monte o Galiano, a las puertas de las tiendas recaudadoras de divisas o apostado en una esquina, el susurro luciferino asalta al caminante; potencial cliente de marrullerías: “lo tengo más barato...”
Anuncio solícito a “soto voce”; epílogo de delito. Promesa de precios rebajados para cualquier artículo, desde una cafetera hasta un ataúd. Entre los que pasan, unos se irritan, otros apartan la vista, pero no son pocos los que toleran la convivencia con el negocio sucio.
Los pillos manipulan precios, hacen malabares con un vuelto, venden productos desfalcados de almacenes, sobornan y juegan con el idioma. ¡Pobre Cervantes! No están robando sino luchando. Y todavía algunos ingenuos se conduelen porque “al pobre señor que me vende Bohemia a cinco pesos, le prohibieron hacerlo”.
La tolerancia hace juego y los bandidos apuestan a ella para meter las manos en el caldo del delito y escapar sin castigo. El ambiente se hace turbio y entre las brumas, otros vicios aparecen. Si no se pone freno a tiempo y entre todos, pueden agrietarse los argumentos y la moral a la hora de emprenderla contra peores descalabros.
En una noria maldita, a veces los trabajadores de una tienda condenan los desmanes en su centro pero ignoran lo que pasa fuera. Se hacen de la vista gorda, aunque en el portal, los revendedores oferten los mismos pantalones o idéntico detergente al despachado puertas adentro.
Ni siquiera reparan en que además de la competencia desleal que les arrebata posibles compradores, en los manejos de ese mercado negro en los portales también se negocia con el prestigio de su oficio. ¿De dónde sale la misteriosa oferta?, se preguntarán muchos de los que pasan. Y los de la tienda, ¿por qué lo permiten? Queda abierto el espacio para dudar y en el saco de la sospecha caen muchos empleados quizás de ética personal a toda prueba.
¿Cuántas veces su vecino, o el mío, se resigna ante un sospechoso timo “para no buscarse líos”? Él mismo, sin embargo, quizás mañana meta la calculadora en su bolsillo y decida por la compra ilegal. Un día fuera, otro dentro.
Para mi abuela tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le aguanta la pata. En el justo banquillo de la tradición oral no valen los paños tibios.
Justificaciones sobran: la vida esta muy dura, el salario no alcanza.... Verdades son, pero sólo a medias.
Si la economía no avanza, los salarios tampoco engordan. Pero si admitimos la corrupción y el robo, además de reventarnos los hígados, la economía se va a bolina.
Las cartas están sobre el tapete y ponerlas en juego es causa común. Para jugar y ganar, sin embargo, más que mente fría y corazón ardiente, se necesita ver, para no dejar correr.
0 comentarios:
Publicar un comentario