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jueves, julio 12, 2007

Regresar los restos del Che, un anhelo cumplido

Por Orlando Oramas León* (Prensa Latina)

La Habana (PL).- Desde los primeros momentos de conocerse el asesinato en Bolivia del comandante guerrillero Ernesto Che Guevara, los líderes de la Revolución y el pueblo cubanos entrañaban la aspiración de regresar sus restos, y de sus compañeros de gesta, a la isla caribeña.

A la espera de que las condiciones políticas en el país andino lo permitieran, se fue recolectando información hasta que en 1995 se conformó en La Habana una comisión con tales propósitos.

Dos años después, un grupo multidisciplinario encabezado por el doctor Jorge González, entonces jefe del Instituto de Medicina Legal de Cuba, encontraba e identificaba los restos del Che, de René Martínez Tamayo (Arturo), de Orlando Pantoja Tamayo (Olo) y de Alberto Fernández Montes de Oca (Pachungo), cubanos.

También de los bolivianos Aniceto Reynaga, Simón Cuba y del peruano Juan Pablo Chang, rescatados de la misma fosa en la que pretendieron hacerlos desaparecer junto a sus compañeros de lucha cubanos.

Se cumplían así alrededor de 600 días de ardua labor, comentaba por aquellos días el doctor González, quien además era el rostro más conocido del valioso equipo cubano-argentino que intensamente laboró, en territorio boliviano, en la búsqueda e identificación de los restos.

EMPEÑO Y CIENCIA

Llegar al lugar exacto en la antigua pista de aviación del pueblo de Vallegrande, donde fueron hallados, resultó un trabajo de casi un año, tras investigación histórica detallada para establecer áreas de interés. En esas zonas se aplicó la técnica: desde sobrevuelos, fotografías aéreas y análisis de teledetección.

Técnicos cubanos hicieron un mapa de isolíneas a fin de determinar los movimientos de tierra que se hicieron a principios del pasado siglo para trazar la pista. Sólo así podría saberse cuáles eran los movimientos de tierra que pudieran estar justificados y cuáles podrían apuntar a un enterramiento.

Asimismo se realizó un levantamiento fotográfico para comparar y saber qué árbol nació, cuál no nació, qué zanja se llenó, cuál se abrió. Toda una dinámica de suelo que incluyó la caracterización de la geografía del valle de Vallegrande desde 10 mil años atrás, para descubrir cómo se formó, cuáles eran las piedras que estaban desde entonces, las que no tenían que estar, de dónde venían los corrimientos de piedras, las tierras cuáles eran.

Se clasificó el suelo, el PH, el color, todos los elementos geoquímicos, metro a metro, dentro de la pista. Se llegó así a una certeza científica de donde podía estar enterrado el legendario revolucionario y combatiente. Fue tal el convencimiento que, aunque el terreno se dividió en 12 áreas, de ellas empezaron a cavar por la número siete, donde estaban enterrados.

Los que buscaban en Vallegrande y otros lugares de la geografía boliviana incluían al también médico forense Héctor Soto, la historiadora María del Carmen Ariet, el arqueólogo Roberto Rodríguez, entre los cubanos; Patricia Bernardi, Alejandro Inchaurregui y Carlos Somigliana, los argentinos.

Pero aquel grupo no estaba solo. En Cuba un grupo de trabajo, que integró a más de 15 instituciones y más de 50 especialistas, brindó una contribución de gran valor científico.

¡LO ENCONTRAMOS!.

"Cuando yo digo esto sólo veo los restos de una persona", -refirió entonces a este cronista el doctor Jorge González.

"El que yo encuentro es Aniceto Reynaga, boliviano. Yo no veo al Che, que está al lado. Soto me dice: ¡Mira, aquí hay más! En eso regresa Roberto, el arqueólogo cubano, a quien yo había mandado a ponerse un abrigo, pues había cuatro grados de temperatura y estaba lloviznando.

Las nubes estaban sobre nosotros y casi no se veía. Roberto se tira del carro y se da cuenta. Se abraza con nosotros. Luego nos controlamos e hicimos lo que debía hacerse: preservar el lugar, cercarlo, no tocar nada. Entonces llamé a Cuba".

LA IDENTIFICACIÓN

Una de las últimas fotos que se le toma al cadáver del Che, en la lavandería vieja del hospital de Vallegrande, lo muestra con el torso desnudo y el brazo izquierdo dentro de la manga de una chamarra militar. Viste un pantalón verde olivo y cinturón negro. Los restos del Che conservaban el capote y el cinto.

Las osamentas que corresponderían al guerrillero cubano-argentino no presentan las de manos, que le habían sido cortadas por órdenes de quienes dispusieron su muerte en la escuelita de La Higuera. El examen forense preliminar confirma las protuberancias superciliares características del Che. También se corrobora la ausencia de un molar, dos datos fundamentales para la identificación.

Tras la exhumación tuvo lugar, en el hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra, la ardua y meticulosa labor de identificación, que en el caso de los cubanos fue facilitada por datos en mano del grupo investigador.

En presencia de decenas de periodistas bolivianos y extranjeros, se confirmó la identificación de los caídos y se hizo la entrega de los restos a los familiares o representantes el 14 de julio de 1997.

Se puso en manos del fiscal y el forense bolivianos, encargados del proceso legal, 10 carpetas que incluían informe arqueológico, antropométrico, datos generales, radiografías, en fin, todos los elementos que apuntaron a la coincidencia entre la información y los restos identificados.

Allí se conoció que salvo el Che, el resto de los compañeros presentaban impactos de bala en el cráneo, lo cual apunta a que fueron rematados después de caer en combate.

El Comandante Guevara, ametrallado, tenía numerosas fracturas, incluidas las lesiones sufridas en su último combate, el 8 de octubre de 1967.

Los que entonces le asesinaron cobardemente para intentar silenciar su ejemplo, son los mismos que hoy alientan y propalan mentiras sobre la identidad de los restos que celosamente se guardan en el Mausoleo del Che Guevara, en la ciudad cubana de Santa Clara, donde tropas bajo su mando dieron un mortal golpe a la dictadura de Batista en diciembre de 1959.

*Colaborador de prensa latina


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