Podólogo, periodista y cuerdo
Por Alberto Núñez Betancourt (Granma)
Rolando Aniceto Ramos es de esas personas que siempre te sorprende. Puede ser el relato periodístico de un hecho ocurrido en La Habana, un acto bien cercano a la magia, montado en estrecha complicidad con sus hijos Carlos Manuel y José Julián, o un apunte sobre algunos de sus ancestros, como es el caso.
—Mi bisabuelo, don Gabriel José Aniceto, fue el primer quiropedista titular establecido en la capital cubana.
La frase pronunciada por Rolando motivó estas líneas, justo cuando centenares de especialistas del mundo intercambiaban acerca de la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, lesiones y malformaciones de los pies, en el Primer Congreso Internacional de Podología, PODOCUBA 2007, con sede en el Palacio de Convenciones.
Dicen que soy muchas cosas, pero sobre todo me considero podólogo, afirma Aniceto en franca defensa a la profesión que lo tiene atrapado hace 44 años, recién salido de la adolescencia.
En realidad, la Podología no cautivó a Rolando en un primer momento. Hoy reconoce que aceptó su estudio a regañadientes, por la exhortación constante del padre: "hazte podólogo, hazte podólogo..."
Ahora le resulta inseparable. Me siento complacido, explica, cuando con mi hacer puedo diagnosticar oportunamente un mal que desconoce el paciente, y evitar así, por ejemplo, una úlcera o consecuencias peores. De igual modo lamento el caso de alguien que me llega tarde.
TRADICIÓN FAMILIAR
El andaluz Don Gabriel llega a La Habana, procedente del oriente cubano, en 1876. De inmediato establece un consultorio como quiropedista en la calle Amargura no.99 entre Villegas y Aguacate.
Su prestigio y clientela crecieron rápidamente, al tiempo que la casa para la consulta y la familia se hizo pequeña (entonces tenía 17 hijos y nadie imaginaba que vendrían otros diez para completar la prole).
Era muy difícil que entre 27 descendientes Don Gabriel no tuviera al menos un seguidor. Fueron siete los pedicuros, entre ellos Enrique Aniceto González quien, con su labor diaria en el local de Villegas no.253, influyó definitivamente en su nieto Rolando hasta convertirlo en el continuador de la tradición familiar, interrumpida antes por la decisión de Rolando (padre) de estudiar una materia afín: Medicina.
El cuidado de los pies no puede subestimarse —advierte Aniceto—; se trata de una región importante del cuerpo humano, igual que la boca, la visión¼ . En consecuencia, hoy la Podología se reconoce como una disciplina de nivel superior incluida entre las que integran la carrera de Tecnología de la Salud. En el mundo gana terreno la tendencia de crear una especialidad llamada ortopodología.
Alivio de los pies, consuelo del alma. Con esa frase tomada de su bisabuelo inicia Aniceto su tertulia Tradiciones habaneras para deleitar a los asistentes con la historia de la Podología en Cuba.
Este encuentro habitual el tercer miércoles de cada mes fue creado por el periodista e historiador ya fallecido Eduardo Robreño en La acera del Louvre, en compañía de nuestro entrevistado, quien lo ha continuado y desde hace dos años lo realiza en la Casa Juan Gualberto Gómez, ubicada también en su entrañable Habana vieja.
Allí tiene lugar la instrucción, el humor y las más inimaginables ocurrencias de este hombre que presume de podólogo, de periodista, y sobre todo de cuerdo.
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