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martes, octubre 09, 2007

Yo soy la Virgen de la Caridad

Por Ciro Bianchi Ross (Barraca Habanera)

Se ha dicho en reiteradas ocasiones que El Cobre, una localidad de la provincia oriental de Santiago de Cuba, es el lugar más visitado de la Isla. La aseveración puede ser cierta: allí se halla el santuario donde se venera la imagen de la virgen de la Caridad, la Patrona de Cuba. Para los católicos, como indica su nombre, es la virgen del amor, la piedad, la compasión, la gracia y la indulgencia. La Caridad es Ochún en el panteón yoruba, diosa de las aguas y la fecundidad, de la sexualidad y el oro, y también del amor, en esa religión de origen africano.

Unas 500 personas acuden a diario a la basílica y los visitantes pasan de mil durante los fines de semana y las vacaciones de verano. Algunos llegan desde muy lejos. Con su visita, muchos pagan una promesa y otros la hacen inspirados en la devoción e incluso la simple curiosidad. Asistir a la misa que allí se dice es secundario para la mayor parte de ellos, pero nadie quiere irse sin ver la imagen de la virgen, con su corona y su traje bordado en oro, en cuyo pecho luce el escudo de la República.

En la Capilla de los Milagros, que anteceden al camerín de la virgen, los fieles pagan sus promesas y depositan sus ofrendas. Oran y agradece. Piden e invocan. Allí se acumula un abigarrado conjunto de objetos. Hay de todo en esa Capilla, desde bolígrafos y prendas baratas hasta candelabros y ánforas de plata, joyas de gran valor y jarrones de fina porcelana. Es todo un tesoro ofrendado a la Caridad, donde no faltan bisturís y estetóscopos; votos de enfermos que se hallaron a las puertas de la muerte y volvieron a la vida.

Se aprecian en una vitrina grados y condecoraciones militares que pertenecieron a soldados y oficiales del ejército de la dictadura batistiana, y en otra, distintivos del Ejército Rebelde, que la derrocó, así como órdenes y medallas que algunos combatientes cubanos ganaron en la guerra de Angola.

Sobresalen de modo particular algunas de esas ofrendas. Como la silueta en oro blanco del Comandante en Jefe Fidel Castro, que su señora madre, doña Lina Ruz, colocó en el lugar en ruego por la vida de su hijo. La medalla acreditativa de su Premio Nobel, que en los años 50 ofrendó a la Caridad el gran escritor norteamericano Ernest Hemingway. La bandera cubana que le tributaron los veteranos de las guerras de liberación contra España…

Porque la Virgen de la Caridad del Cobre es también la virgen mambisa. La de los que se alzaron en armas contra España y asumieron el nombre de mambises. Carlos Manuel de Céspedes, Padre la Patria, y sus hombres, en 1868, la veneraron en el santuario, y su imagen, prendida al pecho de muchos de los combatientes del Ejército Libertador, acompañó a los cubanos en su decisión irrevocable de conquistar su independencia.

Fueron precisamente miles de soldados y oficiales mambises, encabezados por el mayor general Jesús Rabí, los que solicitaron a comienzos del siglo XX y obtuvieron del papa Benedicto XV, en 1916, que se declara Patrona de Cuba a la Virgen de la Caridad del Cobre. En 1998 el papa Juan Pablo II bendijo su imagen durante su visita a Cuba y la hizo tributaria de valiosas ofrendas. Su día es el 8 de septiembre.

HISTORIA Y LEYENDA

Los yacimientos de Cobre que se descubrieron en el lugar fueron el origen, a fines del siglo XVI, de un asentamiento poblacional que se llamó Real Sitio de Minas de Santiago del Prado, y que es la actual villa de El Cobre.

Desde allí, un día de 1606, cuenta la leyenda, salieron tres hombres con el propósito de buscar sal en la bahía de Nipe y regresaron con la imagen que desde entonces se venera en el poblado. Después de una tormenta la encontraron flotando en las aguas del mar sobre un tablero donde se leía: “Yo soy la Virgen de la Caridad”.

Ya en El Cobre, la colocaron en una ermita y un día la imagen desapareció. La encontraron en la cima de la colina. La retornaron a la ermita y volvió a desaparecer dos veces más para hacerse hallar siempre en la loma. Fue así que se optó por construir una capilla al lado de la iglesia existente, y cuando se dispuso la construcción de un templo nuevo la Virgen de la Caridad del Cobre ocupó en el altar principal el puesto del apóstol Santiago, el mayor.

Los descubridores fueron Juan y Rodrigo de Hoyos y Juan Moreno, nombres que con el transcurrir del tiempo pasaron a ser Juan Hoyo, Juan Indio y Juan Esclavo, tres juanes que “cobran una función simbólica: representan los elementos étnicos y los valores culturales que han entrado en la composición del pueblo cubano […] nuestro pueblo indoafrohispano”.

Eso dice José Juan Arrom, el prestigioso ensayista cubano que hizo toda su carrera en EE UU, en su estudio “La Virgen de la Caridad del Cobre: historia, leyenda y símbolo sincrético”, luego de bucear en muchos documentos con el interés de llegar a precisiones acerca del origen de la imagen.

Relata Arrom que en los albores de la colonización española en América, un marinero español que, muy enfermo, fue abandonado por sus compañeros en un punto de la costa sur de la región oriental de Cuba, entregó a un cacique aborigen una imagen de la virgen. Los indios la veneraron a su manera y el aludido cacique la llevó prendida a su pecho durante los combates: creyó que le aseguraría la victoria. Pero no es esa, sin duda, la imagen que conocemos hoy y que apareció en Nipe. La del santuario es una imagen de bulto, en tanto que la del cacique, confirma Arrom, estaba pintada sobre un papel.

Una imagen de bulto de la Virgen de la Caridad de Illescas, localidad española de la provincia de Toledo, pudo haber sido llevada al Real Sitio de Minas por el capitán español Francisco Sánchez de Moya. Allí estaba, en efecto, esa imagen, en 1608, según acredita un documento de la época que Arrom reproduce en su estudio. El parecido, y no solo en el nombre, entre la Caridad de Illescas y la Caridad del Cobre es sorprendente, y quizás la imagen que se halla en la basílica sea la misma que llevó Sánchez de Moya cuando recibió del Rey de España la orden de organizar en el lugar una fundición de cobre y edificar una iglesia. En la casa de un ermitaño avecindado en la zona estaba la imagen de la Caridad, que después la imaginación y el fervor populares quisieron hacer aparecer en las aguas de la bahía de Nipe para dar pie a una hermosa leyenda.

“No deseo entrar en la cuestión de que si las fuerzas que trasladaron la imagen del Cobre a Nipe fueron humanas o divinas…” dice José Juan Arrom, y reproduce enseguida aquellas palabras del Quijote: “Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, y si es fantástica o no es fantástica, y estas no son cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo”.

Yo tampoco lo haré, por supuesto. De todos modos, la Caridad de los católicos, la Ochún de los yorubas, es y será símbolo de comprensión y amor, y también expresión incontrovertible de cubanía, exaltados en una leyenda que sobrevive al paso de los siglos.

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