Guanajay: ¿pinareño o habanero?
Por Gilda Guimeras (El Habanero)
Al igual que algunos otros municipios habaneros, Guanajay ha debido vivir, a lo largo del tiempo, una azarosa historia en que sucesivas divisiones político-administrativas le han hecho pertenecer a más de una provincia.
Supeditado desde su fundación al gobierno de La Habana, con la división territorial de 1827 pasó a formar parte del Departamento Occidental, donde permaneció hasta el fin de la Guerra de los Diez Años, cuando fue integrado a la recién creada provincia de Pinar del Río, una de las seis en que quedó dividida Cuba por el Real Decreto de 9 de junio de 1878.
Esta decisión consternó a buena parte de los guanajayenses. Trasladarse hacia La Habana –centro de la vida colonial- era en aquella época relativamente rápido y barato; pero un viaje a Pinar del Río, por inciertas vías de tierra y mar, solía demorar hasta cuatro días y acarrear un considerable gasto en metálico. Tal era el descontento de los vecinos, que las quejas llegaron al mismísimo monarca español Alfono XII, quien hizo oídos sordos a sus reclamos.
No fue hasta 1968 en que esta demanda fue satisfecha. Mas, cosas de la vida, para ese entonces ya los guanajayenses se sentían pinareños y no todos aplaudieron el cambio. No obstante, la división política-administrativa de 1976 confirmó esta inclusión en la provincia habanera, que a partir de esa fecha quedaba explícitamente separada de la capital del país.
Conocedora de estos antecedentes históricos y del fuerte sentido de identidad local existente en Guanajay, hace un tiempo quisimos entrevistar a 100 guanajayenses de uno y otro sexos, representativos de diferentes grupos de edades y ocupaciones y residentes tanto en la zona urbana como en la rural. Mi objetivo: conocer cómo ellos se ven a sí mismos y con cuál de estas provincias se sienten en la actualidad más identificados.
A despecho de mis suposiciones (los mayores se inclinarán hacia Pinar del Río y los más jóvenes, por La Habana), la antigua Cenicienta no fue el paraíso perdido para los de la tercera edad. Recibió tan solo un 9 por ciento de las preferencias, aunque siempre de personas de 40 años en adelante, grupo que, en su conjunto, resultó el menos capaz de señalar una identificación provincial concreta, situación en la que coincidieron, en total, 24 personas de diversas edades.
La provincia de La Habana, por su parte, fue señalada por 21 de los entrevistados, lógicamente por los más pequeños y también por casi un 70 por ciento de los habitantes rurales, grupo que, aunque minoritario dentro de la población, demostró un alto sentido de pertenencia a la provincia, acaso por ser la encarnación misma del ideal habanero.
La capital, Ciudad de La Habana, resultó, sorprendentemente, la provincia a donde dirigieron los ojos el 41 por ciento de los entrevistados, fundamentalmente del sexo femenino y quienes la prefirieron aseguran viajar hacía allí de forma más o menos sistemática, por razones de estudio, trabajo, salud, visita a familiares, recreación y adquisición de artículos diversos.
No faltaron, por supuesto, otras respuestas, como la de quien, tal vez inspirado en su rica historia y antigua extensión territorial expresó el deseo de que Guanajay fuera el centro de una provincia de igual nombre.
En un punto sí estuvo de acuerdo la mayoría de los encuestados, y es en el gusto por vivir en este municipio, lugar que más del 80 por ciento prefiere para su residencia y la de sus hijos.
De las respuestas, especialmente de las dadas por los menores de 20 años que afirman, en conjunto, sentirse habaneros, se comprende que –dada la forma lenta y compleja en que operan estos procesos- deberá pasar todavía largo tiempo para que el sentido de pertenencia a la provincia cristalice de forma mayoritaria.
Queda claro también que este fenómeno no se está realizando con igual celeridad entre la población urbana y rural, y que la cercanía a Ciudad de La Habana que, en su condición de capital, sigue brindando mayores posibilidades de desarrollo y nucleando en su territorio una gran parte de las instituciones y organismos hacia donde gravita la vida local, continuará erigiéndose como un poderoso reto para la formación de ese sentido de identidad habanera en un sector de la población que destaca en un primer plano las ventajas de todo tipo que su inclusión en la capital reportaría.
En respuesta a otras preguntas, los guanajayenses afirmaron verse a sí mismos como alegres, amistosos, solidarios, luchadores, inteligentes, cultos, revolucionarios y amantes de la historia, rasgos a los que –según las mujeres- habría que agregar el de bebedores.
Aseguran también pasar su tiempo libre en casa escuchando música (preferiblemente romántica) y mirando televisión o video; pero aprovechan cualquier oportunidad para ir a la playa o el campismo. Gustan del béisbol, el fútbol, el voleibol y el ciclismo, y en el primero, los equipos Industriales y Pinar del Río (donde hubo fuego...), seguidos bastante de lejos por La Habana, comparten aficionados.
Alegres, amistosos, solidarios, amantes de la música romántica y un poco más bebedores de lo recomendable, los guanajayenses dicen sentirse, de una u otra forma, más habaneros que pinareños; aunque todavía a algunos les recorra un no se que de orgullo y nostalgia al escuchar aquello de Pinar del Río, que lindo eres, de Guanajay hasta Guane, cantando por la inimitable voz de Tito Gómez.
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