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jueves, julio 27, 2006

Jesús del Monte

Por Ciro Bianchi Ross (Barraca Habanera)


¿Sabía usted que en terrenos del actual municipio de 10 de Octubre hubo un ingenio azucarero? ¿Y que el origen de la parroquia de Jesús del Monte se pierde en la noche de los tiempos pues su construcción comenzó en 1695 cuando el presbítero Cristóbal Bonifá de Rivera ideó edificarla en un espacio de su propiedad a fin de que diera servicio a los dueños del ingenio y a sus esclavos y vecinos?

La barriada de Jesús del Monte existía ya a mediados del siglo XVIII y fue un caserío independiente antes de que el crecimiento de la ciudad lo convirtiera en parte integrante de ella. La calzada de igual nombre no era sino un tramo del camino que conducía a las poblaciones de Santiago de las Vegas y Bejucal; el único que partía de la ciudad y se adentraba en el campo. Las vegas de tabaco fomentadas junto a los arroyos de Agua Dulce y Maboa dieron prosperidad relativa al poblado, que en 1765 fue declarado cabeza de partido rural y su iglesia dejó de ser parroquia auxiliar para convertirse en parroquia independiente. En 1820, Jesús del Monte era ya municipio. Pero perdió esa condición tres años después.

Sus moradores más humildes ganaban el sustento gracias a la venta de sombreros de guano y yarey que tejían ellos mismos, mientras que el tránsito de viajeros, carretas y arrierías aportaba al mismo tiempo lo suyo. Pero el establecimiento del ferrocarril Habana-Bejucal comprometió y retardó el desarrollo del poblado. En 1846 vivían allí algo más de 2 000 personas, y en 1858 eran cuatro mil los vecinos y en sus cinco leguas cuadradas de superficie se asentaban las aldeas de Arroyo Naranjo, Arroyo Apolo, La Víbora y otros caseríos. Ese auge obedeció, dice el historiador Pezuela, a “la pureza de su atmósfera y la amenidad de su paisaje” que impulsaron a representantes de las clases pudientes a establecer allí sus casas y quintas de recreo, y ya en 1863 Jesús del Monte le disputaba al Cerro y a Puentes Grandes “la animación y concurrencia de las temporadas de verano”. Pero eso duraría poco. Jesús del Monte nunca suplantó a esas localidades como barrio elegante, papel que se adjudicó el Vedado y perdió en extensión territorial cuando se le escindió Arroyo Naranjo, que comprendía entonces los caseríos de Arroyo Apolo y de San Juan.

De los árboles de la calzada de Jesús del Monte, llamada entonces Camino de Santiago, fueron ahorcados doce de los vegueros que se rebelaron, en 1723 y por tercera vez, contra el arbitrario y abusivo estanco del tabaco dispuesto por el gobierno español. Y fue Jesús del Monte asimismo escenario de la resistencia criolla contra la invasión inglesa en 1762. Por su ubicación, en una altura frente a la ciudad, resultaba un lugar estratégico para el ataque y la defensa de la villa y su vía casi única de abastecimiento. Allí, murió Pepe Antonio Gómez y Bullones, alcalde de Guanabacoa, héroe de la resistencia popular contra el invasor.

CORONA DE LAS FRUTAS

Con el tiempo, Jesús del Monte creció y mucho. A mediados del siglo XX, y después, comprendía las barriadas de Santos Suárez, Luyanó, Chaple, La Asunción, San Miguel, Mendoza, Lawton, Lawton Batista, Víbora, Sevillano, El Rubio, Arroyo Apolo, Vista Alegre, Santa Amalia, Poey, Arroyo Naranjo… y también las de Naranjito, Los Pinos, Miraflores y Nueva Habana hacia la carretera de Vento y además la zona donde la ciudad se prolonga entre dicha vía y la carretera de Rancho Boyeros, con los repartos Martí y Casino Deportivo. Ocurren variaciones con la división político-administrativa de 1976. Algunas de esas barriadas y repartos pasan a ser parte de los recién creados entonces municipios de Arroyo Naranjo y Boyeros, y Jesús del Monte recupera la categoría de municipio que perdió unos 150 años antes.

Lo hace como 10 de Octubre. Porque resulta que a partir de 1918 es ese el nombre que, a solicitud de la Asociación de Emigrados Revolucionarios Cubanos, dio el Ayuntamiento de La Habana a aquel Camino de Santiago que durante mucho tiempo unió la ciudad con el campo.

En 1949 el gran poeta cubano Eliseo Diego dio a conocer su libro En la calzada de Jesús del Monte. No creo que sean muchos los habaneros que llamen todavía así a esa vía. Ocurre algo muy curioso con eso de los nombres de las calles. Nombres que pegan y se arraigan y nombres que nadie acepta. Así, en el actual municipio de 10 de Octubre, Cocos sigue siendo Cocos y no Alfredo Martín Morales y nadie llamó nunca José Miguel Gómez a Correa ni José Antolín del Cueto a Melones. Sin embargo, Dolores dejó de ser Dolores y se convirtió en Camilo Cienfuegos para siempre.

Hay zonas allí cuyas calles –San Emilia, Santa Irene, San Anastasio, San Francisco…- agotan el santoral. Otras –Mayía Rodríguez, Juan Delgado, Lacret…- rinden tributo a los héroes de la Independencia, y otras más –Saco, Heredia, Luz Caballero…- recuerdan a nuestros más ilustres intelectuales y creadores, en tanto que toda una canasta de frutas cubanas se llena con los nombres de calles como Zapotes, Mangos, Melones…

Esquinas hay que se hicieron célebres en el tiempo. Toyo, con su bodegón y su panadería, que competía con la de Tejas. Concha y Luyanó. La de Los Motoristas, en San Francisco y Novena, en Lawton. Y la del cine Mónaco. Estrada Palma y 10 de Octubre, con sus cafés Noche y Día y Los Castellanos, ambos a media cuadra del cine Tosca y de tiendas como La Casa Brito y La Campana y a pocos metros más del café El Récord y la panadería La Marina. La del paradero de La Víbora, con la cafetería El Asia, los cafés Central y El Recreo y la farmacia San Ramón. Cerca, frente a la ostentosa mansión de los Párraga, hay una librería que lleva el nombre ilustre del sabio alemán Alejandro de Humbolt y a la que seguiremos llamando La Polilla.

CAMBIO DE PAISAJE

Aunque hay muchísimas más, son esas de las esquinas más ecuménicas, pudiéramos decir, del municipio. Esquinas suficientes, diría yo, porque uno podía encontrar en ellas casi todo lo que necesitara, desde una aspirina y un ramo de flores hasta un número de la charada, sin necesidad de buscarlo en otra parte.

El paisaje ha cambiado. Ya no funciona ninguno de los cines –Florida, Apolo, Moderno, Tosca y Gran Cinema- que abrían sus puertas sobre la calzada del 10 de Octubre. El paradero de La Víbora, que lo fue primero de tranvías y luego de ómnibus, es desde hace un tiempo una base de taxis. El espacio de El Récord lo ocupa ahora una agencia de pasajes, y El Asia, con sus sándwich espectaculares de los años 60, devino restaurante y centro nocturno. La 11na. Estación de Policía es una escuela y la casa de los Párraga, restaurada, la casa de la cultura del municipio.

Con anterioridad ocupó ese inmueble la clínica Nuestra Señora de Lourdes. Porque quizás por aquello de “la pureza de su atmósfera”, a la que aludía Pezuela antes de que, por supuesto, existieran los “almendrones” y otros cacharros anexos, casas de salud grandes y pequeñas buscaron asiento en el territorio del actual municipio.

En la propia Calzada se ubicaban la de la Asociación de Dependientes y del Comercio de La Habana (Hospital 10 de Octubre) y las ya desaparecidas de la Cooperativa Médica (antigua Casuso) cerca de Toyo, y El Sol, en la esquina con Cocos. En esa misma calle, pero en la esquina con Rabí, Acción Médica (Policlínico-Hospital Santos Suárez). Y más hacia La Víbora, las de Pasteur (Policlínico Pasteur) Centro Médico (Policlínico-Hospital Puente Uceda) Santa Isabel (Policlínico Turcios Lima) y la ya inexistente San Luis, en la Avenida de Acosta. En Lawton, entre otras, estaba la clínica San Francisco, propiedad de un médico que costeó su carrera universitaria con lo que ganaba como conductor de los tranvías.

Cada barrio tenía sus particularidades. Luyanó era obrero, y Lawton, eminentemente estudiantil, en tanto que Santo Suárez, con sus casonas y los numerosos profesionales que lo poblaban, se veía como el Miramar de la zona hasta se congestionó en exceso con los edificios de apartamentos que se apiñaron en sus áreas.

Vecinos notables del municipio fueron Julio Antonio Mella, en Acosta, y Raúl Roa, en La Víbora; Medardo y Cintio Vitier, en Santos Suárez, y, en Lawton, Roberto Fernández Retamar y el periodista Eladio Secades. En Lawton vivieron también el poeta Emilio Ballagas y el general Enrique Loynaz del Castillo.

Figuraron entre sus moradores tristemente célebres gente como el general Pilar García, jefe de la Policía Nacional en los meses finales de la dictadura batistiana, en la calle Mayía Rodríguez, y Ramón Hermida, ministro de Gobernación en el mismo periodo, en la de Patrocinio. En los años 30, de los altos del café El Cuchillo, en la esquina de Toyo, donde vivía, salió un sargento llamado Batista para cogerse de la República. Y por no faltar, tras su egreso del Castillo del Príncipe en los años 50, a La Víbora fue a vivir, e instaló la fábrica de desodorantes Axinodor, José Roque Ramírez, más conocido como El Águila Negra, el estafador más grande, y con categoría internacional, de toda la historia de Cuba.

Sobre el municipio 10 de Octubre y la “calzada más bien enorme de Jesús del Monte”, de la que habló el poeta, surgidos al pie de una iglesia, mucho más podría decirse. Pero detengamos aquí este viaje al recuerdo.

(Con documentación del Dr. Ismael Pérez Gutiérrez).

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Faltó la referencia al "Padre Gasolina" de la iglesia de Jesús del Monte.