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domingo, octubre 19, 2008

UNA MUJER DE BRONCE CUIDA LA HABANA

Por Yudith Díaz Gazán (Prensa Latina)

La Habana.- Sobre el Castillo de la Real Fuerza (1539), baluarte de La Habana colonial enclavado frente al canal de la bahía, se yergue cual atalaya la figura en bronce de una mujer símbolo de la ciudad: La Giraldilla.

La historia comienza en 1538, cuando el rey español Carlos I nombró Capitán General de Cuba y Adelantado de La Florida a Hernando de Soto, a quien informó de la construcción de una fortaleza en La Habana para defenderse de los navíos provenientes de las Indias.

El soberano le encomendó a De Soto tal misión porque era un hombre de conocida audacia, demostrada en las expediciones de Castilla del Oro –Panamá – y en la conquista de Nicaragua y Perú.

Cuenta la historia que De Soto salió del puerto español de San Lúcar con 10 naves y cerca de mil hombres y luego de posicionarse en la Isla dejó como gobernadora a su joven esposa Isabel de Bobadilla.

Casi de manera simultánea se dispuso a afianzar el poder de España en La Florida y en 1539 enfiló proa hacia territorio norteamericano.

Desembarcó en la bahía de Tampa y penetró tierra adentro. Por su carácter extrovertido entabló amistad con algunos caciques y aquellos que no se plegaron al poderío español, conocieron la muerte.

Documentos especializados de la época han posibilitado reconstruir el itinerario de Hernando de Soto, quien atravesó de sur a norte el territorio estadounidense que hoy ocupa el estado de Georgia, luego Alabama, y en 1541 llegó al Mississippi.

Atravesó ese río en 1542, pero su ambición le costó la vida; cerca del torrente le atacó una fiebre mortal.

En Cuba, según la tradición, Isabel de Bobadilla esperaba a su esposo durante largas horas por años enteros subida en la torre de vigía (la atalaya) del Castillo de la Real Fuerza, que por aquel entonces era vivienda del gobernador.

Aquella larga espera convirtió a Isabel en un personaje legendario, que oteaba el horizonte para descubrir, más allá del alcance de su vista, las naves que supuestamente traerían de regreso a su esposo.

Dicen que la enamorada murió, finalmente, de amor.

El artista habanero de origen canario Gerónimo Martín Pinzón (1607-1649) se inspiró en aquella mujer – emblema de fidelidad conyugal – y esculpió una figura en su recuerdo.

El gobernador de la ciudad, Juan Bitrián, cuyo mandato abarcó desde 1630 hasta 1634, ordenó fundir la escultura en bronce y colocarla, a modo de veleta, sobre la torre del castillo.

Bitrián bautizó la veleta con el nombre de la Giraldilla y así se fue convirtiendo por tradición en insignia de la ciudad de La Habana.

La figura – de unos 110 centímetros de altura – reproduce a una muchacha vestida al estilo renacentista, con la Cruz de Calatrava en su mano izquierda y en la derecha una palma, de la cual sólo conserva el tronco.

En la parte inferior del asta se ven las grapas que sujetaban la banderola que servía para dar dirección al conjunto por la acción del viento y que perdió durante el paso de algún huracán.

La escultura representa a una fémina de pie, con la falda recogida sobre una de sus rodillas, en el pecho un medallón con el nombre del escultor y una corona en la cabeza.

Su silueta se confunde desde lo alto de la fortaleza con el azul del cielo, y su bronce áureo otea el horizonte mientras marca la dirección de los vientos.




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