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jueves, junio 19, 2008

CARLOS ACOSTA: UN HABANERO UNIVERSAL

Por Karín Morejón (Opus Habana)

En una mañana lluviosa, el famoso bailarín recorrió las salas del Museo de la Ciudad, como quien tratara de redescubrir en cada objeto o pieza museable los orígenes de su genuino amor por las cosas de Cuba y de La Habana.

¿Cómo te inicias en el mundo del baile?¿Influyó el entorno familiar en tu decisión de estudiar ballet clásico?

Yo bailaba break-dance en la calle con mis amigos, y mi sueño era ser futbolista, pero mi padre optó por matricularme —a sugerencia de una vecina— en la Escuela de Ballet; yo tenía 9 años. Él decía que le gustaba el ballet, pero lo cierto es que se trataba de una medida para alejarme de las pandillas callejeras y de la delincuencia. Entonces entré a L y 19 sin estar muy de acuerdo; de hecho hasta fui expulsado y trasladado a las academias de Villa Clara y Pinar del Río. Fue en este último lugar donde comencé a valorar el ballet, a interesarme, a perseverar... Era otro muchacho cuando regresé a La Habana para hacer el examen de pase de nivel, en el que obtuve la máxima puntuación.

¿Qué significación tiene para ti formar parte del Ballet Nacional de Cuba? ¿Cómo te sientes siendo uno de sus principales bailarines?

Yo admiro a mi país, me siento orgulloso de ser cubano; quiero hacer mucho por Cuba y por su cultura. Ese amor que siento es recompensado con el ser primer bailarín del Ballet Nacional, eso es lo más grande que uno puede tener, sobre todo porque soy fruto de la escuela cubana de ballet. En Londres recuerdo mucho a La Habana; por eso surge Tocororo, que narra una historia parecida a la de mi vida. Se trata de un niño humilde de los campos de Cuba, a quien su padre convence para emigrar a la ciudad en busca de nuevos horizontes… Narro sus vivencias ante el esplendor de la gran urbe, el primer amor, los conflictos de integración al medio... Lo que me mueve es hacer cosas por mi gente; por eso decidí hacer este espectáculo y estrenarlo aquí.

Desde hace algún tiempo te presentas como primera figura del American Ballet Theatre de Nueva York y del Royal Ballet de Londres ¿Cómo te seleccionaron para integrar estas compañías? ¿Qué ha significado para ti como bailarín formar parte de sus elencos?

La selección fue interesante; yo estaba en el Houston Ballet como primer bailarín y sabía que debía buscar otros niveles, por lo que me entrevisté con Kevin McKenzie, el director del American Ballet Theatre de Nueva York, y le comenté que quería integrarme a su compañía sin dejar de estar vinculado al Houston Ballet. Sin embargo, a él no le interesó la propuesta, por lo que me sentí desilusionado, pero como no me paro por pequeñeces, busqué otra opción en el Royal Ballet de Londres. Pasaron cinco años y estando en San Petersburgo, bailando con el Ballet Kírov, me encuentro a Kevin nuevamente. Cuando me vio bailar decidió por fin invitarme; desde entonces estoy en el American Ballet Theatre.

Formar parte de esos elencos tiene muchos significados, pues pocas figuras han tenido la posibilidad de bailar en diferentes compañías y que todos estén bien con lo que uno hace, pues cuando te invitan se supone que vas a aportar algo diferente a lo que ellos tienen.

¿De qué manera ha repercutido en tu desempeño escénico haber bailado con integrantes de otras compañías cuya formación académica es diferente a la tuya?

Tremendamente, pues tener influencias de diferentes academias te hace más completo a ti; entonces, tu mundo se expande; tienes para comparar, y una vez que esto sucede, adquieres espacio para crear tu propia filosofía.

Debido a esos contratos en compañías extranjeras, apenas dispones de tiempo para presentarte en escenarios cubanos. ¿Qué significa entonces para ti la oportunidad de bailar en La Habana?

Es algo especial porque es el reencuentro con mi país, con mi público, con los que me vieron crecer. Una de las cosas de las que más me arrepiento es de no tener a mi familia compartiendo mis éxitos; por eso, cuando regreso a La Habana me siento feliz a plenitud.

Cuba es el único lugar donde no soy extranjero; por eso siempre vuelvo a mi barrio, a sus olores..., lo más importante del ser humano es ser quien es.

En 2003 debutaste como director general y coreógrafo con el estreno —en la Sala García Lorca— de la obra Tocororo. Fábula Cubana, por la cual fuiste nominado al Premio Lauwrence Olivier de Teatro en la categoría de Logro en Danza. ¿Cómo fue esta experiencia, qué la motivó?

Es un gran logro que mi primer trabajo coreográfico haya sido nominado para este importante premio, que incluye todo lo que se haga en un teatro: ballet, dramaturgia, musicales... Por otra parte, soy bailarín, no coreógrafo, por lo que fue un riesgo asumir tal rol, pero sentía que necesitaba crear algo, que debía contar una historia, la mía, porque estaba cansado de interpretar lo que otros montaban. En la terraza de mi casa se me ocurrió el guión de Tocororo, inspirado en mi vida, y comencé a montarla; busqué financiamiento, le interesó a uno de los teatros de Londres, el Sadler's Wells, donde subió a escena en julio de 2003, luego de haber sido estrenada en La Habana ese mismo año.

Eres intérprete de danza clásica, sin embargo tu repertorio incluye coreografías contemporáneas, e incluso en Tocororo combinaste danza clásica, afrocubana y contemporánea ¿Es Carlos Acosta un bailarín multifacético que no tiene preferencias de género, o es que —personalmente— te interesa incursionar en todos los estilos danzarios?

A mí me gusta explorar, innovar, no repetir lo que está hecho. Creo que siempre hay un margen que permite despertar cierto interés y que surja entonces una cosa distinta, que se haya visto poco.

Tal vez por esto es que incluyo en Tocororo el ballet, la danza contemporánea, la danza teatro, el teatro mismo, la música en vivo; o sea, combino diferentes elementos y, por tanto, trabajo con una compañía multidisciplinaria conformada por bailarines de Danza Contemporánea de Cuba, del Conjunto Folclórico Nacional, una bailarina clásica, una actriz, un estudiante de la Escuela Elemental de Ballet y hasta un grupo musical.

Durante tu carrera has sido merecedor de disímiles galardones. Uno de los más recientes fue el de Mejor Bailarín de 2003 en Inglaterra, que otorga el Círculo Nacional de Críticos de Danza de ese país. ¿Significa este lauro uno de los últimos acontecimientos más importantes de tu carrera?

Sí, definitivamente. Llevo seis años bailando en Inglaterra; al principio me costó mucho trabajo ganarme ese lugar, y con este lauro al fin soy reconocido con un premio nacional.

Hasta el momento, ¿cuál ha sido el rol que más disfrutaste y por qué?

Disfruto todos los roles, pues me dan la oportunidad de ser alguien diferente siempre. Don Quijote me encanta, tiene que ver con mi persona: de origen humilde, aventurero... Cuando encarno príncipes debo usar más creatividad para llegar al público. Me gusta probarme e impresionar a la gente, para que no me vean encasillado en un personaje específico.

¿Admiras a algún bailarín(a) en particular, a alguien con quien te gustaría compartir la escena?

Mikhail Baryshnikov es una de las leyendas que inspiró a mi generación; actualmente tiene 60 años y no creo que podamos compartir la escena, pero es alguien a quien admiro mucho.

¿Cuál crees que ha sido tu mayor aportación durante los últimos años como bailarín?

Creo que el haber dado un toque de humanidad a lo que interpreto; yo no hago una personificación del personaje, sino que trato de ser el personaje. También la novedad de ser alguien que, con mi biotipo, interpreta roles concebidos para bailarines con otras características físicas.

¿Qué opinión te merece en la actualidad la danza clásica?

Me parece que faltan los coreógrafos que una vez existieron: los Ashton, los MacMillan de la actualidad, que utilicen el vocabulario que represente a nuestra época para hacer coreografías a la manera tradicional, que despierten un mensaje, que tengan profundidad en cuanto a criterios y moralejas como lo hicieron estos coreógrafos en su tiempo. No, la danza clásica no está en un momento de esplendor como en los años 70.

¿Qué es para ti La Habana Vieja?

Es uno de los lugares más distintivos y que más me gusta; es un ambiente tan cubano... un contacto directo con nuestro folclore. A veces voy allá para tomar un café con leche y a pasear, a disfrutar de la arquitectura. La parte de la Lonja del Comercio me gusta mucho, y también el Mesón de la Flota, con su show de flamenco.


CARLOS ACOSTA (La Habana, 1973).

En 1991 concluye sus estudios en la Escuela Nacional de Ballet como uno de los mejores alumnos de todos los tiempos. Ese mismo año ingresa en el Ballet Nacional de Cuba, donde alcanza la categoría de Primer Bailarín en 1994.

Entre los premios recibidos durante su carrera destacan: Gran Prix de Lausana, Suiza; Gran Prix de la Bienal de la Danza de París, Francia; Medalla Chopin de la Corporación Artística de Polonia, Premio Osimodanza, Italia, y el Premio a los Jóvenes Artistas de la Fundación Princesa Grace, Estados Unidos. En 2003, el Círculo de Críticos de Gran Bretaña le otorgó el Premio al Mejor Bailarín de Inglaterra.

Su repertorio incluye los papeles principales de la gran tradición romántico-clásica y creaciones de los más importantes coreógrafos contemporáneos. Se ha presentado en numerosos países de América, Europa y Asia. Actualmente es artista invitado de prestigiosas compañías como el Royal Ballet de Londres, el American Ballet Theatre de Nueva York, el Ballet de la Opera de París y el Ballet Kirov de San Petersburgo, entre otras. Es considerado por la crítica especializada como uno de los más importantes bailarines de nuestro tiempo.

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