CEMENTERIO CHINO: HUELLA DE LA CULTURA ASIATICA EN LA HABANA
Por Joel Michel Varona (Prensa Latina)
La Habana (PL).- Quien visita La Habana siempre recibe la propuesta de conocer la necrópolis Cristóbal Colón, colosal obra de elevado valor histórico y artístico, que casi borra de la memoria colectiva la existencia del Cementerio Chino, ubicado muy cerca del renombrado camposanto habanero.
Esto no significa obviar para nada la importancia de la cultura de esa nación en la isla, donde la gastronomía, la medicina tradicional y las artes marciales, entre otros elementos del lejano país, son partes integrantes de la identidad cultural de la mayor de las Antillas.
Mientras que algunos consideran la necrópolis un punto de referencia entre los barrios capitalinos del Vedado y Nuevo Vedado, para Teresita Labarca, historiadora de los tres cementerios ubicados en el municipio Plaza de la Revolución, este sitio marca la pauta con vistas a los estudios sobre la inserción de ese grupo étnico en el contexto cubano.
En entrevista exclusiva a Prensa Latina Labarca explicó que el camposanto, una de las últimas obras edificadas en el siglo XIX, comenzó sus funciones a finales de octubre de 1893.
Por la comunión de los esfuerzos del casino Chung Wah y el equipo de historia de la necrópolis de Colón fue declarado Monumento Nacional en 1996, refirió la promotora del rescate de este sitio histórico que cumplirá 115 años el próximo 29 de octubre.
En este lugar de reposo eterno, descansan chinos destacados en las gestas por la liberación de la isla caribeña, maestros, médicos y artistas, entre otros, precisó Labarca.
Desde el punto de vista arquitectónico, según sus investigaciones, las capillas se utilizan como osarios, organizados fundamentalmente por los apellidos y los “muritos chinos” – de los cuales se conservan pocos ejemplos – indican los entierros.
Las chapas metálicas – exclusividad de este camposanto – identificaban el nombre del difunto en chino y español, edad y en algunos casos la profesión.
Otro detalle que resalta a la vista de los visitantes es el arbolado, el cual responde al equilibrio y la armonía con la naturaleza propia del pensamiento filosófico asiático; a la vez, forma parte del ritual funerario vinculado a la elevación y bienestar del espíritu y la familia.
La caligrafía china es el recurso expresivo de más fuerza, acompañado de grullas, leones, dragones, techos de teja, a dos aguas.
Arruinada por el despiadado paso del tiempo, la obra diseñada por el arquitecto Isidro A. Rivassu estuvo en correspondencia con el desarrollo de la colonia china en Cuba, la mayor de América Latina en su momento, según un estudio de Francisco D. Morillas Valdés y Marlene Marjorie Del Valle Torres.
Ambos autores coinciden en que la idea de crear un camposanto para el viaje a la eternidad de la creciente población asiática fue planteada en 1882, pero transcurrieron 11 años para el otorgamiento del permiso oficial, luego de los obstáculos interpuestos por la Iglesia Católica.
El terreno para levantar el cementerio era de nueve mil metros cuadrados de superficie y pertenecía a Federico Kohly.
Para Morillas y Del Valle – al igual que para la historiadora Labarca – la necrópolis comenzó sus actividades aproximadamente en octubre de 1893, si se tienen en cuenta tres factores:
De inicio, la primera inhumación fue realizada el 27 de octubre; en segundo lugar, hubo un descenso de enterramientos de ciudadanos chinos en el cementerio Cristóbal Colón, y en tercero, la aparición en ese mismo año de un documento impreso que reglamentaba el funcionamiento de ese camposanto.
Actualmente el Cementerio Chino ocupa una superficie de ocho mil 198 metros cuadrados, y su trazado, en cuatro cuadros irregulares, representa el mundo de los vivos, el de los muertos, el cielo y la tierra.
Según Morillas y del Valle, el cementerio chino sólo admite a ciudadanos de esa nación asiática, cónyuge y sus descendientes hasta la segunda generación.
Una inhumación en esa necrópolis representa más que un simple enterramiento, es en sí mismo una expresión de la filosofía de los asiáticos, de ahí lo curioso de los rituales de las personas al morir, quienes en vida redactaron un testamento solicitando a sus familiares cómo querían transitar al "más allá".
Para los chinos es muy importante la elevación de su alma al fallecer, y que su espíritu goce de buena salud, y con el fin de asegurarse de esto solicitan la siembra de plantas sobre el montículo de tierra, la cual cubrirá sus restos mortales.
Las personas eligen la especie de planta de su preferencia y la disposición de éstas en la tumba, y de acuerdo con su voluntad pueden ser cortadas al cumplirse el primer año del fallecimiento.
Numerosos investigadores que estudian el tema de la muerte, vista a través de la concepción de los asiáticos, explican que al cumplirse un año de la desaparición física, los seres queridos queman incienso, encienden velas y colocan ofrendas de alimentos sobre un altar.
La mayoría de los pueblos de esa porción del mundo creen en la inmortalidad del alma y respetan el hecho de morir al punto que practican siete períodos de luto, de siete días cada uno, indican los expertos.
Los funerales se efectúan en forma de cremaciones o entierros, en el segundo caso después de transcurrir unos siete años se realiza un ritual en el que los huesos serán exhumados, limpiados y vueltos a inhumar.
*Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina.
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