ÍCONO DE LAS CIENCIAS NATURALES EN CUBA
El doctor Carlos de
la Torre y de la Huerta hizo notables aportes en ese campo y gozó de un amplio
reconocimiento internacional, que incluyó ser el primer latinoamericano en
recibir un Doctorado honorario de la Universidad de Harvard
Por Orfilio Peláez (Granma)
Nacido en Matanzas
el 15 de mayo de 1858, el eminente investigador y profesor universitario Carlos
de la Torre y de la Huerta figura dentro de la relación de los más renombrados
científicos cubanos de cualquier época.
Tras abandonar su
ciudad natal al ser clausurado el centro escolar donde cursaba el bachillerato,
continuó los estudios correspondientes al mencionado nivel en el Instituto de
Segunda Enseñanza de La Habana, graduándose en 1874.
Ese año ingresa en
el curso preparatorio de Medicina de la Universidad de La Habana, el cual termina
con notas sobresalientes. Durante esta etapa conoce al renombrado catedrático
de Zoología y Mineralogía, Felipe Poey y Aloy, quien ejercería sobre él una marcada
influencia en su vocación por el conocimiento.
Como refleja el
libro Cien figuras de la ciencia cubana, escrito por un colectivo de autores
encabezado por el Doctor en Ciencias Históricas Rolando García Blanco, pronto
realiza las primeras incursiones en lo que a la postre sería su definitiva
profesión, la Malacología (el estudio de los moluscos) dejando atrás el
propósito inicial de hacerse médico.
Incluso, en 1876
sufre de fiebre palúdica durante una expedición en busca de caracoles
terrestres y regresa a Matanzas. Allí trabaja de profesor del Colegio San
Carlos, fundado por su padre.
Cuatro años más
tarde obtiene por oposición la plaza de Ayudante Preparador de Física y Química
y Conservador del Museo de Historia Natural. Luego entra en la Universidad de
La Habana a fin de obtener la licenciatura en Ciencias, la que logra con notas
sobresalientes, además de alcanzar el premio extraordinario con Matrícula de
Honor, para realizar el doctorado en la Universidad Central de Madrid.
En España defiende
exitosamente la tesis Distribución geográfica de los moluscos terrestres de la
isla de Cuba, en sus relaciones con las tierras vecinas, paso que le hace
acreedor del título de Doctor en Ciencias Naturales.
HALLAZGOS NOTABLES
Según aparece en la
obra Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba, uno de los descubrimientos
más significativos de Carlos de la Torre fue el haber encontrado en el Valle de
Viñales restos petrificados de caracoles de un molusco marino que ya no existe
sobre la Tierra, pero fue muy abundante hace unos 150 millones de años.
Así, reseña la
publicación, De la Torre pudo demostrar que en el archipiélago cubano se
conservaban terrenos de esa etapa (por entonces sumergidos bajo el mar), que
tenían por lo menos la citada edad cuando el planeta estaba inmerso en el
llamado periodo Jurásico.
Especialistas del
tema consultados por Granma coinciden en mencionar dentro de sus notables
aportes a las ciencias naturales el hallazgo a principios del siglo XX en áreas
próximas a los baños de Ciego Montero, de restos fósiles del Megalocnus rodens,
conocido comúnmente como perezoso gigante.
Llegado a las
Antillas desde América del Sur hace alrededor de 30 millones de años, se
caracterizaba por ser un animal corpulento que se estima podía alcanzar unos
1,5 metros de largo y 200 kilogramos de peso, parecido a un oso pardo adulto.
Poseía potentes extremidades, provistas de garras largas y rectas.
Hoy en el mundo solo
existen dos esqueletos completos y montados de la mencionada especie ya
extinguida, uno de ellos en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva
York, mientras el otro pertenece a los fondos del Museo Nacional de Historia
Natural de Cuba. Recientemente este último fue exhibido en esa propia entidad
perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
De la Torre
describió también numerosas especies nuevas de moluscos cubanos y dejó una gran
colección de caracoles considerada la más completa conocida en el país. En
opinión de no pocos expertos fue un verdadero erudito en el campo de la
Malacología.
Asimismo, tuvo la
iniciativa de fundar en 1913 la Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe
Poey, de quien fuera su discípulo predilecto. Al acto de constitución
asistieron el médico Arístides Mestre Hevia, el botánico Juan Tomás Roig, y el
prestigioso galeno y antropólogo Luis Montané Dardé.
Más allá de
desempeñar una fructífera labor en el campo de la Geología (hizo importantes
observaciones dirigidas a determinar la edad geológica de Cuba), Paleontología,
Zoología y otras disciplinas, a Carlos de la Torre se le incluye en la relación
de fundadores de la ciencia pedagógica cubana, junto a Alfredo M. Aguayo,
Nicolás Heredia y otras personalidades.
Llegó a ser Decano
de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana, y rector
del alto centro docente en 1921. Su actitud de enfrentamiento a la dictadura de
Gerardo Machado y el manifiesto que escribió en 1930 a los graduados de ese
recinto incitándolos a enfrentarse al tiránico gobierno, motivaron que se viera
obligado a abandonar el país.
Fue miembro de la
Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en la
cual mereció la condición de Socio de Mérito, así como de la Sociedad Española
de Historia Natural, la Academia de Ciencias de Filadelfia, la Sociedad de
Malacología de Londres, el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York,
de la Sociedad de Historia Natural de México, la Academia Chilena de Ciencias
Naturales. Ocupó igualmente la presidencia de la Unión Americana de
Malacología.
Por sus méritos
científicos recibió numerosas distinciones, entre ellas el título de Doctor
Honoris Causa de la Universidad de Harvard en 1912, primer latinoamericano en
recibirlo, y de la Universidad Friedrich Schiller, de Alemania, en 1938.
Carlos de la Torre y
de la Huerta falleció en La Habana el 19 de febrero de 1950, dejando un valioso
legado para las nuevas generaciones de investigadores cubanos. Divulgarlo es honrar su obra.
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