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viernes, noviembre 15, 2013

ORFILIO PELÁEZ MOLINA EN LA MEMORIA

Por José A. de la Osa (Granma)

Este 17 de noviembre cumpliría 90 años de edad el científico cubano Orfilio Peláez Molina, fallecido en La Habana el 17 de enero del 2001. Apoyado en los apuntes de una entrevista que me concedió casi al final de su vida, pretendo esbozar en su memoria algunos rasgos característicos de este afamado oftalmólogo, quien con voluntad sostenida desde su graduación como médico se dedicó en cuerpo y alma al estudio de la retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa y de curso progresivo que daña la retina.

Ese afán investigativo, me lo confesó entonces, nació en él por sentirse "indirectamente culpable" del suicidio de un entrañable amigo cuando cursaba el quinto año de la carrera de Medicina.

"Mi amigo padecía de retinosis pigmentaria. Como todo paciente aquejado de una afección incurable, presentaba desde el punto de vista psicológico variadas manifestaciones, que transitaban desde la negación de la enfermedad hasta la aceptación y la depresión.

"No quería acudir al médico; le producía rechazo. Conversé mucho con él sobre la necesidad de atenderse con el profesor que impartía la docencia en la especialidad de Oftalmología. Al fin accedió. El profesor, desafortunadamente, le señaló de forma tajante que para su mal no existían remedios; le dijo que pasados unos pocos años se quedaría ciego y, por tanto, le sugería abandonar la carrera de Medicina.

"Mi amigo, sintiendo que no le quedaba un rayo de esperanza, salió literalmente deprimido de la consulta y, al llegar a su casa, se lanzó por el balcón".

A esa visión desgarradora el profesor Peláez sumó otras con el decursar. Durante los años de la carrera observaba cómo los pacientes con retinosis pigmentaria "molestaban" en las consultas y prácticamente a todos se les aplicaba la "terapéutica del hombro": dos palmaditas en señal de resignación.

Por ello, desde su graduación sintió la necesidad científica de estudiar esa enfermedad y fue que cada día adentrándose más en las investigaciones de la retinosis pigmentaria, comenzando por ofrecerles a los pacientes, con una alta sensibilidad, el apoyo científico, emocional y humano que requerían.

El profesor Peláez cursó estudios de posgrado en institutos de renombre internacional, enseñó e investigó también en quemaduras, epidemiología de los traumatismos oculares y realizó un aporte fundamental a la ciencia en el diagnóstico y tratamiento quirúrgico de los cuerpos extraños intraoculares. Describió por primera vez lo que se conoce hoy como "signo del tatuaje escleral": la observación en la esclera (membrana blanquecina) de un punto negro que se corresponde con la ubicación exacta de un cuerpo extraño intraocular, lo que hace posible practicar la incisión y extracción con toda seguridad. Asimismo contribuyó al desarrollo en Cuba de la Ergoftalmo-logía (Oftalmo-logía laboral).

Este hombre de ciencias, capaz de envolver a su interlocutor en un manto de afectividad, admiraba sobre todo la modestia, la lealtad y la honestidad, y rechazaba de plano el egoísmo y la autosuficiencia.

Incluso viéndose sometido a un sencillo ejercicio de asociación de palabras, trascendía por su profundo arraigo familiar y su humana visión de la Medicina. Relacionaba hijo a "corazón", padre a "veneración", amor a "fidelidad", ambición a "in-diferencia", médico a "sacrificio". Cuando le mencioné madre, dijo que "es la primera palabra que viene al recuerdo en momentos difíciles"; y pacientes: "Los pongo dentro de la familia, y en ella como hermanos".

En torno a las causas de la retinosis, y su cura definitiva, su mayor pasión investigativa y de desvelos durante su fructífera vida, no se ha pronunciado aún la última palabra. Por eso veíamos siempre al profesor Peláez rodeado de un grupo multidisciplinario de investigadores animado por el secreto afán de que las nuevas generaciones continuaran los estudios sobre esta enfermedad, a la que hizo notables aportes, hasta que puedan ser desentrañados los "misterios" que aún la rodean.



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