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jueves, octubre 15, 2009

DE LA TRADICION A LA COMPARSA

Por Antonieta César (Trabajadores)

Guanajay llegó a formar el territorio habanero con la división político-administrativa de Cuba en 1976, sus orígenes durante el siglo XVII, están en la vecina provincia pinareña, cuando el Río Capellanías, era el límite con el territorio colindante y el camino a Vuelta Abajo, que abría paso al oeste, propiciaba el paulatino poblamiento de la zona.

Más temprano aún, había pertenecido al cacicazgo del Mariel, de lo cual deja constancia su nombre indígena, conservado en los inicios de la conquista española, tanto es así que la fecha de fundación aparece en la primera quincena de diciembre de 1650 y hay investigadores que dudan y hablan de una existencia desde la centuria anterior.

A diferencia de otros asentamientos poblacionales en épocas primitivas, tiene un escudo distintivo. La industria azucarera junto a la posterior introducción del café, le permitió alcanzar planos destacados en la incipiente economía.

Este avance trajo aparejada prosperidad, evidente en el numero de ingenios que rodeaban el lugar, además la construcción de casas espaciosas de estilo colonial, conjunto que impresionó al novelista del siglo XIX, Cirilo Villaverde, según lo describe en su libro Excursión a Vuelta Abajo.

AZÚCAR, ESCLAVOS Y MÚSICA

Con el descubrimiento de América había comenzado un proceso de transculturación entre los pobladores autóctonos y los que arribaban a nuestras costas. Los descendientes de antiguos esclavos traídos de África, mano de obra para la producción azucarera, tienen lugar preponderante en la integración de nuestra nacionalidad, sobre todo en lo referente a identidad, tradiciones y costumbres.

Especialmente en la música el negro, vilipendiado y escarnecido, aporta dotes excepcionales para asumir el ritmo y consecuentemente el baile. Apartado de su tierra, desmerecido en su condición humana, extrae de la piel de su tambor el componente esencial, que acompaña con su naturaleza y su sensibilidad ancestrales.

Desde antes de finalizar el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, ya aparecen géneros que van a identificar la producción musical en la Isla que hallará complemento en la danza, bien sea en los salones o fuera de ellos; algunos han permanecido hasta nuestros días, digamos danzón, bolero, conga, rumba y sus afines.

EN LA SOCIEDAD EL PROGRESO

Las sociedades de instrucción y recreo proliferaron como vía de esparcimiento y cultura de los habitantes. En Guanajay había varias, los blancos iban a unas y los llamados “eufemísticamente” personas de color, a otras.

En una de estas últimas, la llamada El Progreso, se organizó la primera comparsa que hubo y que recibió el nombre de Los Provincianos, después aparecieron más que mantuvieron la tradición tras el triunfo revolucionario.

Los festejos habían surgido con bailes, verbenas y formaban parte de las celebraciones del 21 de octubre en honor de San Hilarión, el patrón del pueblo. Con el tiempo se trasladaron para diciembre a fin de hacerlas coincidir con la fecha de fundación de la villa.

Por varios años estuvieron detenidas y acaban de resurgir, primero con una integrada por estudiantes de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) y una infantil nombrada Rayitos de Guanajay.

UN PROYECTO A IMITAR

El nacimiento de esta comparsita como un proyecto comunitario en el Consejo Popular No.1 es muy estimulante y un hermoso fruto de cómo el barrio se ha volcado colectivamente a rescatar su patrimonio cultural.

La iniciativa surgió de dos promotores que habían bailado de muy jóvenes en Los Provincianos, son ellos Maricela Blanco y su esposo, Antonio López Valdespino, cuya familia integra el conjunto musical acompañante dirigido por el abuelo Féliz López; como si fuera poco también se incluye Jorge Díaz Blanco, primo de Maricela, en funciones de productor.

Las inscripciones a niños entre cinco y once años comenzaron en septiembre pasado mediante previa visita a los padres, que han colaborado en todo momento con la idea. Los ensayos se programaron para después de clase bajo la responsabilidad de Antonio, Tony cariñosamente, el que asumió las funciones de coreógrafo.

Este es un trabajo muy difícil para lograr uniformidad y coordinación de modo que ninguno de los participantes pierda el paso y mantengan la unidad en cada figura. Es preciso trabajar igualmente con aquellos que logran mayor dominio y con los que enfrentan más dificultades.

En esta última categoría estaban Irving y Abraham, dos niños que aún no han cumplido diez años y hoy son de los principales, se desempeñan como profesionales. Todo se logró en menos de tres meses.

La comparsa está formada por 16 modelos o figurantes de gran colorido y 4 solistas que permanecieron a pesar de ser los más chiquitos, pero ejecutaban muy bien los movimientos; seis faroleros, personajes fundamentales, solistas que hacen acrobacias con su farol y 20 parejas que coordinadamente interpretan la coreografía.

Para lograr la más limpia factura existen los guías y los lugares de los bailarines se cambian mediante la orden del silbato siguiendo a Tony que se desplaza con todos.

UN DETALLE SOBRE LA MÚSICA

La música tiene una cadencia diferente, va adelante, los niños la siguen con puro sabor cubano. Esta conga habanera es más violenta, más rápida, más viva, es un elemento distintivo que funciona como factor fundamental.

El conjunto lo componen cuatro tumbadoras, dos bombos y ocho campanas asumen la percusión, cuatro trompetas y dos trombones representan a los metales, para inundar el aire con sonoridad explosiva.

Al paso de la comparsa alguien comentó: “Si estos son los Rayitos de Guanajay, cuando el sol caliente los tambores, que se cuiden los viejos comparseros”.

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