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martes, marzo 10, 2009

PALABRAS QUE VAN Y VIENEN

Rebecas
Por Celima Bernal (Juventud Rebelde)

Una muchachita encantadora, Raquel Blanes y Moyano, me envió desde Madrid un dibujo precioso. Quiere saber por qué los cubanos no decimos rebecas, a los abriguitos. Pues se trata de algo que quizá no entiendas aún: es a causa de la norma: la manera que adoptan los diferentes países de emplear un mismo idioma. En Cuba hablamos también español, pero nunca usamos esa palabra.

Rebeca se tomó del título de un filme de Alfred Hitchcock, basado en la novela homónima de Daphne du Maurier. La protagonista llevaba prendas de este tipo. Según la Real Academia Española, es la chaquetilla femenina de punto, sin cuello, abrochada por delante, y cuyo primer botón está, por lo general, a la altura de la garganta.

Una persona queridísima, María del Carmen Raso, sabe de mi gusto por las frases agudas. Me dijo que había oído una muy original, y de veras lo es: «Le falta un hervor». Quien la pronunció se refería a alguien que carecía de gracia, de talento.

En todos los países, la infidelidad se representa con cuernos. Un rey regalaba la cornamenta de los ciervos que cazaba, a los señores con cuyas esposas había tenido alguna aventura amorosa. Muy orgullosos, la exhibían encima de su puerta principal. En seguida comenzaron a llamarlos cornudos, hasta el día de hoy. Es el origen de esa acepción de la palabra.

He leído mucha poesía, no solamente porque tengo mil años, sino porque desde pequeña me ha apasionado; por supuesto, la buena. Nada hay más espantoso que escuchar esos horribles intentos de vates improvisados.

Cuando era profesora de preuniversitario, disfrutaba con mis alumnos de una composición anónima, de una antiquísima dinastía china. Me impresiona invariablemente su fino, su delicado erotismo: Es muy breve, y ya sabemos que lo bueno, si poco, resulta mejor: «Odiaba la lluvia que caía sobre mi alero y me despertaba; odiaba el viento que golpeaba a mi puerta. Pero tú llegaste. Ahora amo la lluvia que te hace despojar de tus ropas mojadas, y amo el viento que cierra mi puerta».

LA RESPUESTA DE HOY

Si algo desagradable sucede, si se rompe un adorno, si se derrama un líquido; incluso si muere un animal, algunas personas suelen exclamar: «¡Que en eso se ensuelva!». No resulta un barbarismo, como cree una lectora. Una de las acepciones de ensolver (del latín en y solvere: desatar) es disipar. Con tal expresión se expresa la conformidad que sienten, porque con lo que ha ocurrido, probablemente se evite algo peor que hubiera podido acontecer; al menos, eso imaginan. Lo incorrecto es: «insuelva», como se les oye a muchos.

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